Cuando abro la puerta de casa.
Quizás tenga el placer de conversar con alguna. Quizás incluso llegue a iniciar una
nueva amistad.
A veces, solo con ver la expresión de una cara puedo ver más allá. Como si sus
propios ojos me explicaran una pequeña historia.
Porque el rostro también se expresa, también me confiesa cómo está el alma que ante mí sigilosamente pasa.
Hay tantas historias, tantas personas por conocer. Tantas cosas que aprender y desaprender, el único inconveniente: la falta de tiempo.
Pero mientras viva, aprovecharé al máximo cada minuto del día.
También aprovecharé el tiempo que se me ha dado para abrir puertas, escuchar nuevas historias y aprender nuevas cosas.
Como dice A. de Vigny: “Nunca he encontrado a una persona de la que no tuviera nada que aprender”
Sara Bouzmarni
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